Ayer me volví a acordar de ti. No sé si fue ese chico, que
llevaba la misma chaqueta que tu tanto solías ponerte, la canción que sonaba y
que todas las parejas bailaban, o simplemente fue beber ron sin compañía, pero
algo hizo que volvieras a mi mente.
Y lo hiciste como siempre te gustó aparecer: a lo grande y
con mucho ruido. Te colaste dentro de mí, y no hubo manera de sacarte de ahí. Fíjate
que lo intenté: aparté al chico de la chaqueta, me tapé los oídos hasta que la canción
terminó, y el ron me lo terminé (al igual que me terminé los siguientes cinco o
seis).
Fue entonces cuando caí, cuando por fin entendí porque
seguías dentro de mí, porque no te marchabas, y es que no eran las cosas las
que te volvían a acercar a mí, sino que era que tu nunca me habías dejado.
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