Qué difícil es vivir en esta eterna despedida, en la que ninguno de los dos parece decidido a dar su brazo a
torcer para así hacer el movimiento desencadenante de nuestra separación.
Que difícil es vivir sin poder olvidarte, porque no sé cómo
lo haces, pero siempre vuelves a mí, como ese muelle que por mucho que se estire
hasta casi romperse, siempre vuelve a la posición de origen.
Que difícil revivir todos aquellos momentos en los que tus
manos acariciaban mi cuerpo, ahora que veo como acarician el de ella.
Que difícil mirar unos ojos sin brillo después de haberme acostumbrado
a mirar hacia los tuyos, que le hacían rivalidad a la estrella polar, hasta la
noche en la que más resplandeciente se encontraba.
Qué difícil es olvidarte, pero es más difícil tenerte.
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